A los pobladores de la ciudad de Iwaki, justamente en el límite de los 30 kilómetros a la redonda de la planta nuclear de Fukushima, en Japón, se les dijo que permanecieran dentro de sus casas, que cerraran las ventanas y no usaran el aire acondicionado. Sin embargo, han decidido abandonar sus hogares.
Dicen sentirse muy nerviosos y no creer más en la información que les proporciona el gobierno. Sencillamente, temen que se produzca lo peor, la fusión de alguno o de varios de los reactores de la planta atómica, y que sobrevenga una catástrofe nuclear.
En la práctica no hay forma de saber si están en lo cierto, y la incertidumbre es muy grande puesto que la única manera de comprobarlo es si se produce una fuga masiva de radiactividad a la atmósfera.
Aunque ha habido reportes de que el recubrimiento del reactor número 2 de la central de Fukushima está dañado, la mayor preocupación está en las barras de combustible nuclear, que podrían ser las responsables de los altos niveles de radiación que se están empezando a ver en otras partes del país.
Por lo pronto, algunos se han ido de la zona, otros viven en viviendas dañadas y tratan de repararlas, aunque en el área de Fukushima y más al norte, en Miyagi e Iwaki, la mayoría de los negocios han estado cerrados desde el terremoto.
Hay muy pocos restaurantes abiertos. Los que aún tienen electricidad y agua corriente pueden considerarse muy afortunados, y muchos artículos ya escasean como las lonas que la gente usa para cubrir habitaciones que han quedado al descubierto, y también contenedores en los que pueden almacenar agua.
Las personas que han sido evacuadas de los alrededores de la planta son unas 200 mil. Algunos se han ido a Tokio, y otros están siendo enviados a más de 150 kilómetros de distancia porque los refugios están llenos en la prefectura de Fukushima. Y la tragedia es triple, debido a que cientos de miles también fueron desplazados por el terremoto y el tsunami.
Hasta ahora, 50 países han ofrecido ayuda a Japón de una forma u otra, y uno de los mayores problemas es cómo llegar a las zonas más devastadas, adonde no se puede ir en vehículo, no hay gasolina y no hay aeropuertos. La mayor terminal aérea de esa parte del país, en Sendai, está destruida.
Cada helicóptero que existe en esa parte de Japón está siendo utilizado, pero obviamente cuando hay cientos de comunidades devastadas o muy dañadas, ir sitio por sitio para prestar auxilio se hace una tarea que toma mucho tiempo.
Ha habido casos como el de dos ancianos que fueron rescatados unas 96 horas después del sismo, aunque en esta ocasión la respuesta de las autoridades ha sido mucho más rápida que cuando el terremoto de Kobe, en 1995, sin que pueda compararse una tragedia con otra.
El número de muertos, de desaparecidos y de personas rescatadas cambia por día. Sólo en la prefectura de Fukushima se ha confirmado la muerte de 500 personas, en Miyagi unas 1.300, y en Iwate, 1.200. Pero aún hay 15.000 que no han aparecido, lo que significa que el número de víctimas fatales podría ser de alrededor de 18.000.
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