Así explica el físico médico Christian Camilo Beltrán el proceso que genera energía nuclear para el uso doméstico, comercial e industrial, pero que tiene en vilo a Japón y al mundo luego de que una de las 54 plantas nucleares de ese país, la de Fukushima, sufriera serias averías al menos en tres de cuatro reactores durante el terremoto y tsumani del 11 de marzo.
La generación de energía nuclear es un proceso sin ningún riesgo aparente, que se sigue en muchos países sin riqueza hídrica para generar energía eléctrica y está controlada mediante varios protocolos de seguridad y sistemas de enfriamiento.
La amenaza de catástrofe nuclear comienza cuando esos mecanismos de seguridad no responden, como ocurrió en Japón, no por fallas técnicas ni humanas, sino por los desastres naturales que azotaron ese país.
Es decir, se sigue produciendo energía de una manera descontrolada al punto que la temperatura aumenta hasta hacer explotar el edificio de la planta, permitiendo la fuga de radiación. Tal como ocurrió en la Unidad 3 de la planta de Fukushima.
¿Cómo se obtiene energía nuclear?
De acuerdo con el físico y magister en ciencias físicas Jesús A. Tabares, para generar energía nuclear se requiere un elemento pesado fisionable o fisible, por ejemplo uranio-235, y el neutrón energético que lo impactará.
Del proceso de fisión, salen neutrones, por ejemplo dos, que impactarán otro dos núcleos de uranio, los cuales al dividirse, generan otros dos neutrones cada uno, o sea cuatro y así sucesivamente, provocando una reacción nuclear en cadena. “Esa cantidad de energía liberada es astronómica y su aplicación no sería funcional, excepto si se usa para fines destructivos (como en las armas nucleares)”, dice Tabares, profesor del Departamento de Física de la Facultad de Ciencias Naturales y Exactas de la Universidad del Valle.
Pero la fisión se regula mediante un proceso de absorción de neutrones con las barras de control para que la reacción ya no sea en cadena sino controlada a una velocidad constante. Así se genera sólo la cantidad de energía nuclear o calor utilizable con seguridad.
“Por ejemplo, la escisión a velocidad constante de 1 kg de uranio durante un día podría producir una cantidad de electricidad igual a la generada por una central térmica en la que se quemara más de 8.000 toneladas de carbón”, dice el profesor Tabares.
La temperatura del núcleo del reactor no puede ser tal que funda los materiales de los que está hecho, “de la misma forma que el líquido refrigerante y el radiador de un carro impiden que la temperatura suba hasta fundir las piezas del motor”, ilustra el docente. Como aconteció en la planta de Fukushima, que a pesar de haberse apagado los reactores, el calor acumulado y la falla de los sistemas de enfriamiento provocaron explosiones e incendios en tres de los cuatro reactores. Proceso de refrigeración que fue el que “se salió de las manos de los expertos nucleares en Japón”, como dijo el oncólogo Elmer Huerta.
La gran diferencia con el auto está en que en el núcleo del reactor hay materiales radiactivos que emiten radiaciones ionizantes o en el peor de los casos, el “combustible” (uranio) y los productos de la fisión pueden esparcirse, generando una contaminación ambiental radiactiva de consecuencias graves para el ser humano.
Ese fenómeno es la temida radiactividad, consistente en la emisión de partículas llamadas radiaciones ionizantes, capaces de descomponer los átomos o moléculas de la materia viva o inerte, generando iones (fragmentos con cargas positiva o negativa).
Sin embargo, el físico Beltrán, de la Unidad de Radioterapia del HUV, resalta que “las radiaciones ionizantes en sí mismas no son peligrosas, sino el uso que se haga de ellas; por ejemplo, su uso en dosis controladas y prescritas por el médico sirven para tratamientos oncológicos muy eficaces”, aparte de su uso en imagenología para diagnóstico de enfermedades.
El riesgo se genera es cuando la emisión de partículas no es controlada, como está ocurriendo en Japón. De hecho, el radiobiólogo español Eduard Rodríguez-Farré prendió las alarmas cuando dijo que se habría detectado una fuga de “un milisievert por hora, que es la dosis máxima que puede recibir la población en un año”.
Pero ante la pregunta que se hacen todos ahora, sobre el riesgo que se correría al entrar en contacto con quienes regresen de Japón y eventualmente hayan estado expuestos a un nivel de radiación, los especialistas coinciden en que no representan mayor peligro. “Estas personas no han estado directamente expuestas en las plantas donde hay mayor radiactividad. Habría que medir si superan los niveles de contaminación radiactiva permitida, lo cual es poco probable. Si su contaminación es externa puede estar en la ropa o en la piel, pero sería mínima porque ellos han estado en sus casas, así que no será nada nocivo”, indicó el doctor Tabares.
Ayer, el Organismo Internacional de Energía Atómica, Oiea, confirmó que el nivel de gravedad del accidente en la planta nuclear Fukushima Daichi ha sido elevado de 4 a 5 para los reactores 1, 2 y 3; y sigue en 4 para el reactor 4. El máximo nivel de gravedad es 7, dicen expertos.
El milisievert
Independientemente de los niveles de emisión de radiaciones, que se miden en milisievert, el nivel de riesgo está en la cantidad de tiempo que se haya estado expuesto a ellos.
“Si la emisión radiactiva es de 3.000 milisiviert por hora, el peligro está es en haber estado expuesto a ella por más de una hora, pues es la dosis que el organismo tolera en tres años. Es decir, sería una sobredosis”, explica el físico Jesús A. Tabares.
Ayer, la operadora de la planta nuclear de Fukushima, Tepco, elevó hasta 150 milisievert por hora el nivel máximo al que podrán trabajar sus técnicos en el exterior de sus instalaciones, por encima de los 100 milisievert a los que normalmente se les permitía operar durante una emergencia, según la televisión pública NHK.
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