Agua y cambio climático soluciones políticas para evitar otra víctima


a Cumbre de Cancún sobre el Clima (COP-16) constituye una oportunidad importante en los esfuerzos de la comunidad internacional para afrontar el cambio climático y sus dramáticas consecuencias en varios ámbitos. Aunque el objetivo principal de los trabajos es, con razón, la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero, cada vez existe más conciencia de que algunos cambios que ya se han producido no van a ser reversibles. Ya tienen repercusiones en nuestras economías, nuestras sociedades y nuestro medio ambiente y debemos tomar medidas para adaptarnos a ellos.


El cambio climático también va a aumentar los riesgos relacionados con el agua. Las lluvias anormalmente abundantes o escasas, las nieves que se derriten antes de tiempo y los glaciares que retroceden ponen en peligro las existencias de agua. Para los agricultores, todo eso puede suponer sequías durante la estación de crecimiento e inundaciones cuando deberían estar en plena cosecha. Para los habitantes de las ciudades, puede suponer falta de agua en el grifo o riadas que se lleven por delante puentes, edificios y otras infraestructuras. Ha llegado la hora de actuar y definir opciones y soluciones estratégicas para evitar otra víctima.

¿Qué es necesario hacer? La adaptación es, en gran medida, cuestión de sentido común; por ejemplo, vamos a tener que tener cuidado de desperdiciar mucha menos agua. En muchos casos, el cambio climático no hará más que exacerbar las tensiones ya existentes en el sector hídrico. Según las tendencias actuales, en 2030 el 47% de la población mundial vivirá en áreas con grandes problemas de agua. Es preciso elaborar políticas mejores y más eficaces para abordar este problema, para tratar de asignar el agua a los sitios en los que más falta hace y diseñar unas infraestructuras que tengan en cuenta situaciones extremas que puede provocar el cambio climático de aquí a varios decenios, en aspectos como el almacenamiento de agua, la protección contra inundaciones, el alcantarillado y el drenaje en ciudades costeras afectadas por la subida del nivel del mar. La responsabilidad de conseguirlo corresponderá, en parte, a los actores fundamentales del sector del agua en sentido estricto. Otros aspectos tendrán que ver con la agricultura, la energía y el urbanismo.

El sector del agua ya sabe cómo afrontar la variabilidad climática e hidrológica, y la adaptación al cambio climático puede aprovechar esa experiencia. Pero la gestión de los recursos hídricos se basa en el supuesto de unas temperaturas y una pluviosidad "normales". Y las fluctuaciones históricas en el clima han dejado de ser una guía fidedigna para planear el futuro. Debemos poner al día nuestros sistemas de información sobre el agua y mejorar la flexibilidad de nuestras políticas e instituciones, para contar con las posibles incertidumbres y hacer posibles unas reacciones rápidas ante los cambios.

Además de soluciones físicas como la construcción de más infraestructuras, es preciso acelerar la transición a soluciones blandas que permitan utilizar el agua con más eficacia y aumentar los ingresos. Dichas soluciones incluirán un mayor énfasis en la gestión de la demanda de agua, una toma de decisiones participativa y el uso de instrumentos económicos. Habrá que mejorar la regulación, por ejemplo, con el establecimiento de normas de calidad del agua que permitan la reutilización. Deberá haber un uso más sistemático de instrumentos económicos como los cobros por extracción y contaminación, la fijación del precio del agua, los pagos por servicios de ecosistemas y el comercio de derechos de agua. Con todo ello será posible mejorar la eficacia hídrica, gestionar la demanda, asignar los recursos y aumentar los ingresos. Ahora bien, la transición hacia estas soluciones necesitará unos mecanismos de gobierno sólidos para manejar las interdependencias entre los distintos actores de los ministerios y los organismos públicos y los diversos niveles de la administración, y gestionar el almacenamiento del agua.

El cambio climático sirve también, en gran medida, para dar un impulso necesario a la implantación de unas reformas evidentes en el sector del agua. Y la COP-16 es el foro perfecto en el que el agua puede ocupar el centro de las discusiones sobre las políticas necesarias para adaptarnos al cambio climático. Esperemos que se haga bien.

Agencias

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