Mientras los incendios forestales siguen castigando con intensidad gran parte de Rusia, el fuego avanzaba ayer nuevamente hacia el centro de investigación nuclear de Sarov, unos 400 kilómetros al este de Moscú, tras el impacto de un rayo en la zona, hace dos días, en medio de una lluvia que llevó cierto alivio a la población moscovita.
La reducción de la superficie en llamas y la lluvia caída aliviaron ligeramente la tensa situación que vive el país por los incendios de bosques y turba más graves de su historia. Aunque los focos de incendio continúan aumentando -611 frente a los 545 de la víspera-, la superficie en llamas se redujo en más de 15.000 hectáreas, hasta 81.000 hectáreas. Unos 70 focos fueron calificados de gran envergadura y 39 incendios en áreas donde abunda la turba como de difícil extinción.
De momento no se prevé el final definitivo de la ola de calor, que registra temperaturas superiores a los 30 grados. Lo que sí se ha multiplicado son las protestas contra el Gobierno por el manejo de la crisis.
Como en la era soviética
El incendio que amenaza Sarov progresaba ayer cerca del centro de investigación donde se fabrican ojivas nucleares. No hubo precisiones oficiales sobre a qué distancia se encontraban las llamas de las instalaciones. "El foco del incendio aparecido hace dos días en la parte oriental de una reserva natural, donde un rayo cayó sobre unos pinos, ha seguido ganando terreno y representa cierto peligro", indicó un vocero oficial. Unos 3.000 bomberos y 200 vehículos pesados combatían el fuego cerca de Sarov, una ciudad en la región de Nizhny Novgorod que está vedada a los extranjeros, como en la época soviética, y donde viven unas 80.000 personas. Otros dos sitios sensibles, el centro de reciclado de los desechos nucleares de Mayak y el centro de materiales fisibles de Snejinsk, ambos ubicados 2.000 km al este de Moscú, en los Urales, también se vieron amenazados por los incendios, pero la situación fue controlada.
Existía preocupación por el hecho de que el fuego pudiera desprender partículas radiactivas en la parte occidental de Rusia, que sigue contaminada luego del desastre nuclear de Chernobyl en 1986. (FUENTE AFP-NA)
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