A menos de un año del último gran atentado en esta capital, Rusia enfrenta hoy el reto de la falta de seguridad de sus ciudadanos, convertidos en blanco de otra acción terrorista en el aeropuerto Domodedovo.
* Medvedev demanda destituciones tras atentado en aeropuerto ruso
El propio presidente ruso, Dmitri Medvedev, debió reconocer que Domodedovo, la principal Terminal aérea de las más de 22 mil de diferentes tipos existentes en Rusia, registró una verdadera anarquía en su sistema de revisión para el ingreso a esa instalación.
Ahora el Control de Transporte de Rusia (Rostransnadzor) considera que la responsabilidad sobre la custodia de los aeródromos recayó sobre la policía, tras los atentados de agosto de 2004 en los aviones TU-134 y TU-154, destruidos en pleno vuelo, con saldo de 89 muertos.
La detonación de las naves aéreas ocurrió poco después de su despegue del Domodedovo, donde hace un mes también ocurrió un colapso en los vuelos, al quedar sin servicio eléctrico.
Medvedev también demandó responsabilidades al Servicio Federal de Seguridad (SFS) y al ministerio del Interior, mientras encomendó a la Fiscalía General abrir casos judiciales por falta de competencia e incumplimiento de funciones en el aparato central de esos organismos.
Tras los atentados en marzo pasado en las estaciones del metro moscovita de Park Kulturi y Lubianka, con saldo de 40 muertos y 140 heridos, el presidente ruso también exigió la aplicación de las más estrictas medidas de control para evitar la repetición de esos hechos.
Por otro lado, la prensa se remite a los hechos ocurridos el 11 de diciembre último en la céntrica Plaza Manezh, cuando decenas de miles de ultranacionalistas escandalizaron allí consignas xenófobas y decenas de ellos golpearon a personas caucásicas.
Tal hecho, que siguió a la muerte de un fanático del club de fútbol Spartak, baleado por un joven procedente del Cáucaso, generó un fuerte debate sobre los problemas de convivencia entre las nacionalidades.
El pasado 31 de diciembre, una mujer daguestana, cuyo marido es visto como un miembro de un grupo subversivo armado, murió al estallar una bomba en un apartamento en las afuera de Moscú, cuando se disponía a salir del inmueble para supuestamente trasladarse a la Plaza Roja.
Más tarde, las autoridades chechenas detuvieron a Zeinat Suyuneva, quien habría trasladado a esta capital a la mencionada mujer daguestana. Pero el diario Komsomolskaya Pravda estima que quedaron otros posibles suicidas preparados para más acciones en Moscú.
Lo cierto es que luego del estallido el pasado lunes en la sala de espera de arribos internacionales del Domodedovo de una bomba de unos cinco kilogramos de explosivos, accionada por un suicida, la vulnerabilidad de esta urbe volvió a hacer evidente.
Hasta el momento, fueron reconocidos por los familiares 16 de los 35 fallecidos, 31 de los cuales parecieron en el acto y el resto en los hospitales o camino a ellos.
La ministra rusa de Salud y Desarrollo Social, Tatiana Galikova, informó de ocho personas en estado muy grave y de una treintena grave, pero advirtió que la primera cifra puede aumentar.
Asimismo, los familiares de las víctimas mortales recibirán tres millones de rublos (unos 100 mil 704 dólares) en pagos de compensación, afirmaron fuentes del gobierno capitalino.
Sin embargo, la repetición de otro atentado sangriento en esta capital, con un intervalo de menos de un año, deberá presionar a la élite política del país para aplicar medidas realmente eficientes, como los controles totales en los aeropuertos.
La Duma (cámara baja rusa) analiza la posibilidad de aplicar un sistema escalonado de tres fases de alarma, como existe en otras naciones, y el carácter permanente de las medidas de control.
Al parecer, los autores del atentado conocían de las flaquezas del sistema de seguridad del aeropuerto Domodedovo y, como lo reconoció Medvedev, buscaron el momento para causar la mayor cantidad de víctimas posible.
Los moscovitas rendirán tributo este miércoles con un día de duelo a los fallecidos en el más reciente atentado que todos anhelan sea el último, un deseo necesitado de medidas muy concretas.
arc/to
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