Presa debe donar riñón a su hermana para que ambas salgan libres


A las hermanas Scott las detuvieron la Nochebuena de 1993. Las sentenciaron, pocos meses después, por un robo a mano armada en una carretera secundaria de Misisipi. A Gladys y Jamie, de 19 y 22 años, ya entonces madres de varios hijos, el juez les impuso cada perpetua.

Ni tenían antecedentes, ni hirieron a nadie. Robaron 11 dólares.

Aunque no vean su fotografía, seguro que ya han adivinado que son negras. Han tenido que pasarse más de 16 años encerradas para que el gobernador Haley Barbour suspenda la condena y les permita recuperar la libertad. “He esperado mucho tiempo para que esto pasara”, confiesa Gladys a Bob Herbert, columnista del The New York Times, en llamada telefónica desde el presidio de Pearl, donde continuban el viernes a la espera de que se haga realidad la ansiada orden.

Si bien nadie ha puesto el grito en el cielo –“las dos hermanas ya no representan una amenaza”, señala el gobernador en su comunicado–, la decisión también exhibe lo peor de la sociedad de Estados Unidos, o de una parte. Barbour impone la condición, por increíble que parezca, de que Gladys le done un riñón a Jamie, enferma de diabetes y con una afectación renal que la obliga a someterse a diálisis casi a diaro. Harbour, que no muestra preocupación alguna por la salud de la mayor de las hermanas, considera que “las condiciones médicas de Jamie Scott crean un sustancial coste al estado de Misisipi”. La factura actual de sus cuidados asciende a 200.000 dólares por año. El centro penitenciario tampoco quiere hacerse cago del coste del transplante.

El ofrecimiento del riñón partió de la propia Gladys, que colgó en enero del 2009 una carta en un sitio web llamado Strange Justice. A partir de ahí empezó a crecer la presión en favor de la liberación de las Scott. Su caso era conocido por los grupos de defensa de los derechos civiles, pero la iniciativa en internet logró que tuviera un impacto mucho mayor, que fuera más allá de las paredes de las iglesias. Uno de los líderes de este movimiento ha sido Benjamin Jealous, presidente del NAACP, la organización en defensa de los ciudadanos negros. Jealous considera que esta decisión es una demostración de “cómo un gobernador puede utilizar el poder de la clemencia”. Pese a ello, sobre la actuación del republicano Barbour recaen muchas sombras.

No hace mucho realizó unas declaraciones de subido tono racista. Aseguró que en su ciudad natal, en Yazoo City, no había violencia en las escuelas públicas en la época que él estudiaba y lo atribuyó al sistema discriminado. Ahora no son pocos los que ven en su decisión un intento político de corregir el tiro, y más cuando se le considera un posible candidato a la carrera presidencial del 2012. Sus asesores han respondido que, por encima de todo, el gobernador ha primado el humanitarismo. El columnista Bob Herbert recuerda que, según informaciones de prensa, este gobernador ha perdonado a cuatro asesinos y suspendido la cadena perpetua a otros cinco. “¿Cómo es posible que alguien sin antecedentes y por 11 dólares reciba semejante castigo?. Saldrán en libertad –remarca en su artículo– aunque con las hermanas Scott no se ha hecho justicia”.

Varias horas después de firmar la suspensión de las penas, Gladys afirmó que todavía no había podido hablar con su hermana, encerrada en otras dependencias del presidio. Se enteró de la noticia por la televisión, nadie se molestó en decírselo. También su madre, Evelyn Rasco, supo de la resolución por la llamada de un periodista. “¡Oh, por Dios!, ¿me estás gastando una broma? Es lo primero que le dije. Iba conduciendo y tuve que parar. Me puse histérica”, explicó a la NBC.

Aquella Nochebuena, las dos hermanas pidieron ayuda en una gasolinera de la localidad de Forest a tres jóvenes negros, de entre 18 y 14 años, llamados los Patrick men por su lazos familiares. Gladys y Jamie tenían problemas con su vehículo. Ellos aceptaron llevarlas. En el trayecto se cruzaron con otro coche, en los que iban sus víctimas. Apareció un arma. Los Patrick, que ya cumplieron condena y recobraron la liberad hace años, las inculparon. Las Scott, tras una confesión policial, siempre han mantenido su inocencia.

Las encarcelaron como jóvenes madres y salen convertidas en abuelas.

AGENCIAS

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