Japón encaraba el sábado la devastación a lo largo de su costa nororiental, con arrasadores incendios y ciudades inundadas parcialmente, un día después de un fuerte terremoto y posterior tsunami que podrían haber dejado al menos 1.000 muertos.
El amanecer dejó de manifiesto la magnitud de los daños causados por el terremoto del viernes de magnitud 8,9 -el más fuerte en Japón desde que comenzaron los registros- y el tsunami con olas de hasta 10 metros de altura que azotaron ciudades y aldeas arrasando todo lo que estaba a su paso.
"Esto podría ser una operación de ayuda humanitaria de proporciones épicas", escribió la experta japonesa Sheila Smith del estadounidense Council on Foreign Relations en un comentario.
En una de las áreas residenciales más afectadas, se podía escuchar a personas enterradas bajo los escombros gritando por "ayuda" y expresiones como "¿cuándo vamos a ser rescatados?", según la agencia de noticias Kyodo.
Imágenes de televisión mostraron al personal de un hospital con pancartas con las palabras "Comida" y "AYUDA" desde un tejado.
En Tokio, los trabajadores de oficina que se quedaron varados en la ciudad después del terremoto porque el sistema de metro subterráneo cerró temprano durmieron junto a indigentes en una de las estaciones. Varios hombres vestidos de traje estaban tendidos sobre periódicos y usaban sus maletines como almohadas.
El Gobierno advirtió que podría haber una pequeña filtración de la radiación de un reactor nuclear cuyo sistema de enfriamiento quedó destruido por el terremoto.
El primer ministro Naoto Kan ordenó que la evacuación en la zona aledaña a la planta fuera ampliará a 10 kilómetros a la redonda, desde tres kilómetros. Unas 3.000 personas ya habían sido sacadas de la zona de peligro.
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